
Los expertos aseguran que conducía como si llevara a sus hombres al campo de batalla, con una fiereza que dejaba sin aliento a los espectadores y desesperaba a sus técnicos, que luego lidiaban con los desperfectos. En aquellos tiempos los corredores apenas iban protegidos con un ligero casco. Y eran tremendamente nacionalistas.Hitler apadrinó las carreras de automóviles y sus héroes, entre ellos Von Brauchitsch, pasaron a dedicarle los triunfos.
Von Brauchitsch ganó 45 grandes premios en seis temporadas y podría haber cosechado más triunfos si no hubiera sido tan brutal al volante. Su carrera se vio interrumpida por la guerra. Sirvió en la división motorizada y trabajó como asesor con el arquitecto de Hitler, Albert Speer. Al terminar la guerra, se trasladó a Argentina y al volver fue nombrado presidente del club automovilístico.
De espíritu inquieto, en los 50 comenzó a mostrar su discrepancia con el canciller Adenauer. En 1954 huyó a la República Democrática Alemana, algunos dicen que agobiado por las deudas, más que por Adenauer, y allí fue recibido como un héroe. Su esposa Gisela, sumida en la depresión en el oeste, acabó suicidándose. Vivía como un privilegiado en una villa, donde tenía servicio doméstico y chófer. Después de la unificación, asistía de vez en cuando a presentaciones de Mercedes.
Hasta antes de morir, a los 97 años, Manfred von Brauchitsch, una de las grandes figuras de la Fórmula 1 en los años 30, practicaba deporte cada mañana y se sometía a una ducha de agua fría. Había heredado de su familia de oficiales prusianos la disciplina y un porte aristocrático que le acompañó hasta sus últimos días.
Falleció en Gräfenwarth el 5 de febrero de 2003.
Fuente: http://www.elmundo.es/
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